Becerril Fundado el 8 de marzo de 1593
Dentro de los municipios que integran el Corredor de la Vida se encuentra Becerril del Campo, su historia data desde los tiempos de la Colonia, cuando el capitán Bartolomé de Aníbal Paleólogo y Becerra, por orden de la Real Audiencia, fundó su comunidad con la categoría de ciudad el 8 de marzo de 1593, como reza en los archivos nacionales.
El territorio y su historia de bonanzas.
Transcurrido más de cuatro siglos, ubicado geográficamente donde termina el norte y empieza el centro del departamento, su territorio ha sido testigo de bonanzas de distintas índoles, amenazas y conflictos sociales, que parten desde la presencia de comunidades indígenas que no pudieron defenderse del embate colonizador, y hoy solo quedan sus vestigios, como los yukpas que siguen la gesta porque se les valide un lugar en el vasto territorio que colinda entre la serranía de Perijá en límites con Venezuela y la gran ciénaga de La Zapatosa, considerado el espejo de agua más grande de América, hasta la injerencia de grupos armados al margen de la ley.

Hay que señalar que Becerril, fue quizás uno de los centros poblados que recibió la primera ganadería que llegó al territorio, en la encomienda que La Corona española le delegó al adelantado Alonso Luis de Lugo, y a quien se le extraviaron más de 500 reses, en esta área que hoy se conoce como el Corredor de la Vida, que integra a los municipios de El Paso, Chiriguaná, La Jagua de Ibirico, Becerril y Agustín Codazzi.

Ese ganado que se dispersó en la región comprendida entre la serranía de Perijá y La Ciénaga Grande hizo que Becerril recibiera, en este ámbito económico, la influencia que en tiempos de la República tuvo la gran hacienda de Las Cabezas, cuya actividad económica influyó en el desarrollo de este territorio; también vale la pena destacar los latifundios ganaderos que desde esa época hasta los albores del siglo XXI tuvieron las familias provenientes de La Guajira: Danies, Lacautore, Mattos, Araujo, Fuentes, Hinojosa, Fernández, Amaya, Quiroz, y Bonilla, entre otras que se dedicaron a la ganadería y le dieron la fuerza al desarrollo del territorio.
Hasta 1960 la ganadería fue el centro de lo económico, a partir de allí empieza el cultivo del algodón que se convierte en una dinamizador de la economía local, exponiendo los territorios ganaderos a un proceso civilizatorio de la tierra en donde el productor de la fibra inició con la siembra de grandes extensiones de tierra y con ella la tala indiscriminada del bosque seco tropical. El algodón generó empleo, trajo consigo una fuerza migratoria que aumentó la población del municipio y ese influjo empezó a impactar la cultura y la dinámica social.

En medio de la siembra, cultivo y cosecha del algodón empezaron a llegar personas de otros lugares, especialmente de los departamentos de Antioquia, Santanderes y el Tolima Grande. En medio de ese viaje, nos encontramos que Hernán Cevallos proveniente de Támesis, Antioquia, llegó primero a Agustín Codazzi, atraído por el trabajo en las algodonera y posteriormente se interna en la zona de Estados Unidos, caserío que para la época no existía y que comenzó a poblarse con su llegada y la de otros pobladores como lo reseña el Plan Estratégico de Estados Unidos 2022 -2040 pagina 14 “El crecimiento de Estados Unidos se dio en los años 60 debido a unas oportunidades de desarrollo: primero la ganadería como la actividad preponderante en el territorio; segundo, las personas que venían en busca de madera (Carlos Villar, Julio Gómez, Leobigildo Arévalo entre otros); tercero, las personas que venían en busca de tierras (Hernán Ceballos, Rogelio Bohórquez, Rufinio Hidalgo y Hernando Mejía entre otros); cuarto, la comercialización (de ahí nace la idea de Esther Julia Ospina de Bohórquez de crear la primera tienda); quinto, los transportadores, iniciativa que surge de la necesidad de trasladar insumos, materia prima, víveres, etcétera. Poco a poco, con la conformación de las primeras veredas, gracias a la agrupación de vecinos y familias, se empezaron consolidar las Juntas de Acción Comunal que fueron las primeras organizaciones de estos territorios y que gracias a su personería jurídica comenzaron a posicionar su importancia frente a las administraciones locales. A partir de ahí se empezó a mirar a estas tierras de diferente manera, con otra perspectiva”

La vida de los hombres y las mujeres que se asentaron allí en la montaña, que creyeron en las posibilidades de un lugar para estar siempre, transcurría tranquila en medio del frio clima, la abundancia de especies y la madera que les permitía el sustento para todos. Apareció el café como un cultivo propio de sus tierras de origen, y es así, como la serranía de Perijá se constituye en el suelo que da vida a una sociedad rural, que se suma al progreso de Becerril del Campo.
La Bonanzas con el Sello de la Muerte.

Los campesinos de La Guajira que habían llegado por el influjo ganadero y los nuevos residentes que llegaron atraídos por el algodón y las productivas tierras, bañadas por los ríos Maracas y Tucuy, encontraron en sus vidas otra bonanza, la del cultivo de marihuana, bonanza ilegal esta que llegó acompañada de mucho dinero, pero también con el sello de la muerte.
Hay que decir que un elemento que enraizó la posibilidad de este cultivo fue la crisis de los cafeteros sumada a la crisis algodonera, que ponderó la necesidad de seguir en la quiebra o salir de ella, teniendo como alternativa el cultivo y comercialización de “la marimba”. Esta fue una década que también trajo consigo la presencia por primera de vez de grupos al margen de la ley, conocidos como las guerrillas.

“A partir de 1974 y aproximadamente hasta 1993, se vivieron momentos de tensión en la comunidad, pues desde esos años se dieron las primeras masacres en el territorio por parte de grupos armados al margen de la ley, sobre todo de las FARC. Aunque también hubo presencia del ELN que, según uno de los habitantes de las veredas, se vio por primera vez en las montañas en 1974, siendo la primera guerrilla en el territorio. El M-19 también hizo su aparición, pero sólo fue por unos días.
Las FARC lograron establecer una base a la que le llamaron “La Fiscalía”, ubicada en cercanías de la vereda Santa Fe. Fue por esos tiempos cuando Ricardo Palmera, alias “Simón Trinidad”, comenzó su vida guerrillera en las FARC. Cuando él se levantó en armas llegó a Estados Unidos impulsado por sus sentimientos y por estrategia militar, pues en ese corregimiento estaba Victoria Rubio, la ‘Toya’, una mujer de la que estaba perdidamente enamorado y además porque ese punto geográfico es la puerta de entrada a la Serranía del Perijá, clave para la guerra de guerrillas (Revista Semana, 2007).
Sitiado Becerril, por todos los frentes, la marihuana dejó su sello, las guerrillas se posaban como los redentores para el pueblo ofreciendo libertad y garantías de mejor vida. Algunos agricultores que transitaron del algodón a la droga, por la inminente quiebra que les había dejado el picudo y la ineficacia de los plaguicidas, denotó un panorama critico en este corredor. No había soluciones y el grito de rebeldía se llevó a muchos jóvenes rurales y urbanos al monte a empuñar un fusil.
El Sello Oscuro de la Tierra

En medio de la confrontación del Estado con las guerrillas, aparece otra gran oportunidad económica y es el anuncio de los yacimientos carboníferos, que significaban muchos recursos para el territorio, con los cuales, los gobiernos locales podrían mejorar la vida de los habitantes. Carbones del Caribe construye en Becerril “La Ciudadela Caribe” un complejo recreacional, que era la primera huella del desarrollo local fundada en la inversión por la extracción del carbón.
En la Jagua de Ibirico, se construyen barrios con el nombre de Caribe y los empresarios locales crean las cooperativas carboníferas que les mejoran la vida a muchas familias; desde el socavón hasta el cargue y la recolección del mineral desperdigado en sus recorridos al que denominaron “barbacha” constituían ingresos para sus familias.
Pero lamentablemente plegados a esa actividad económica estaban los grupos guerrilleros haciendo la captura de recursos para sostener sus ejércitos de hombres armados, además que alineaban ideológicamente a muchos jóvenes que se pusieron a sus servicios y se comprometieron con su causa.
Fueron tiempos difíciles, lo ofrecido por las guerrillas determinó el camino de una sociedad atemorizada, los hijos de los campesinos fueron sometidos y algunas familias decidieron salir hacia otros lugares en búsqueda de un mejor vivir. “Las pescas milagrosas”, el abigeato, el secuestro y los asesinatos selectivos eran el pan de cada día, lo que hizo que los hacendados y empresarios se unieran en la búsqueda de una solución que termino siendo peor que la necesidad.
“Un momento muy fuerte para la comunidad fue a finales de la década de los 90, cuando las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia) enviaron un grupo de paramilitares al Cesar para enfrentar las actividades de la guerrilla, defender los intereses establecidos y las propiedades de la élite económica local (El Pilón, 2017). A partir de 1993 se vieron por primera vez los paramilitares en el corregimiento.

Años después, a mediados de los 90, ya establecida la presencia paramilitar, fueron hasta las viviendas en las que habían dormido los guerrilleros y señalaron a sus habitantes como auxiliadores. La gente fue llevada a empellones y culatazos hasta el parque principal. Fusilaron a unos, se llevaron a otros y se marcharon. La guerrilla se replegó, pero no desapareció (Revista Semana, 2007).
Las décadas siguientes hasta el año 2010 fueron cruentas, los muertos se contaron por centenares, el sosiego no tuvo lugar, los pueblos fueron abandonados, al punto que, en el corregimiento de Estados Unidos, el cual se disputaron los comandantes de las Farc Simón Trinidad y el de las Autodefensas Unidas de Colombia, Rodrigo Tovar Pupo alias “Jorge 40” solo quedaron diez personas a las que los pobladores posteriormente reconocieron como los “diez resistentes”
“Durante 2002 casi todos los habitantes fueron desplazados por los paramilitares. Se vieron obligados a salir con lo que tenían a la mano. Muchos se fueron a municipios cercanos como Codazzi, Pailitas o Astrea, viviendo bajo las incomodidades propias del desplazamiento y haciendo labores diferentes a las del campo. Debido a esto sólo quedaron 10 personas en el pueblo: Luis Gutiérrez, de 58 años; Sigifredo Carvajal, de 63; Juan Manuel Cárdenas, de 50; Nicolás Mendoza, de 80, José Daniel Ramos Ramírez, de 70; Blanca Díaz Rocha, de 40; María del Carmen Avendaño, de 57; Luis Emel Avendaño, de 60, José Cota, de 65 y Dionisio Barrios Chamorro, de 88. “A nosotros nos llaman los resistentes porque aguantamos todo el chaparrón de la violencia. Eso es verdad. Aunque también es cierto que no nos fuimos porque se nos acabaron las ganas de vivir y dijimos: ‘si esa es la decisión de Dios, que así sea’. Y parece que él se quedó con nosotros”, dice don Dionisio Barrios Chamorro” (Plan Estratégico de Estados Unidos 2022 – 2040 pág. 21)
El Sello de la Esperanza.
Entre 2010 hasta 2016, con las decisiones de desmovilización armada de las AUC y el acuerdo de Paz de la Habana, estas comunidades del Corredor de la Vida encuentran un viento de esperanza, se empieza el retorno voluntario y muchas familias que no quisieron retornar, hoy se encuentran en otras ciudades del país y en el exterior, añorando los mejores momentos de sus vidas en el territorio que, en algún tiempo los acogió, pero los que dejaron sembrados en el olvido para nunca más retornar.

La resiliencia es el camino, así, lo ha demostrado esta comunidad, que encontró en este territorio la oportunidad de vivir, quienes regresaron sueñan con un mejor futuro, saben que esa historia no se debe repetir y por eso hoy han construido una ruta que los conecta con ese pasado, que le cuentan al mundo para que sepan que allí donde hubo muerte hoy construyen paz. Así se expresa Erasmo Villar Rangel, quien junto con otros habitantes del territorio constituyeron la Corporación de Turismo Comunitario Visa Usa, a la que le han puesto ese sello, para que se pueda entender que la resistencia continua, pero esta vez, en la búsqueda de validación de las fuentes de la naturaleza, la sostenibilidad del bosque seco tropical y la protección de las especies nativas y migratorias que se constituyen en su mayor riqueza. “Hemos querido conectar nuestro pasado, nuestro presente con nuestro futuro, a través de un relato que permita entender que somos una sociedad resiliente, capaz de transformar el dolor en insumo para el alma, que nos permita entender que estar aquí y estar vivos es una oportunidad que Dios nos ha dado, para disfrutar de lo que tenemos es el sello de la vida”
Visa Usa ofrece una experiencia cuyo visitante ideal de la experiencia “Huellas del Pasado” es una persona curiosa, sensible y comprometida con el aprendizaje a partir de la historia viva de los territorios. No busca únicamente recorrer un lugar, sino comprenderlo a través de las voces de quienes lo habitan. Tiene afinidad con el turismo cultural, procesos de paz, de memoria histórica, y de experiencias que transforman. Viaja con la mente abierta, dispuesto a escuchar, a convivir y a involucrarse de forma respetuosa en la dinámica comunitaria” Expreso el experto en turismo rural, Peter Rois Fuminaya, quien estuvo hace poco tiempo experimentando el recorrido.
Rois Fuminaya, también definió los intereses del turista en este destino “Está interesado en territorios que han logrado transformar su historia de conflicto en relatos de esperanza, en comunidades que preservan sus tradiciones, y en paisajes con valor ecológico. Le atraen temas como el patrimonio cultural, la arquitectura autóctona, la agroecología, la biodiversidad, y las metodologías participativas. Disfruta de actividades como caminatas interpretativas, talleres artesanales, degustaciones de gastronomía típica y la participación en eventos culturales como festivales (Festival de la Vida y Reinado del Café)

El nacimiento de Visa Usa como una promotora del turismo local en espacios rurales y comunitarios permitió el nacimiento de varios emprendimientos que se ajustan a esa cadena de valor como el balneario “Casa e Tabla” lugar que conecta con la historia del conflicto, el mirador de La Mesa en la vereda Canadá, en donde se vivieron combates entre ejército y guerrilla, las fincas Buenos Aires, El Tesoro, El Triunfo, El Tesorito, entre otras donde la experiencia cafetera y el aviturismo tienen su valor agregado, son la expresión real de como el territorio se ha transformado y la mente de sus habitantes se conectan con la convivencia y la paz.
la ruta del Guaimaro

Otras de las experiencias significativas es el trabajo que adelanta la Asociación Verde Campesina de Becerril, -Asovecab- la que integrada por 29 familias viene sacando provecho a los frutos del bosque seco tropical y han unido a la cadena de valor del turismo lo que han denominado como “La Ruta del Guaimaro”
Marlenys Toro integrante de Asovecab nos dice “El Guaimaro, yo lo venia conociendo hace muchos años, cuando yo estaba pequeña lo recogía con mi papá, lo cocinábamos, lo comíamos sancochado, con suero, con queso. el Guáimaro, ahora con este programa, que lo secaban y lo molían, como yo trabajaba bastante con galletas de soda y de limón, pues ahora el ingrediente que usamos es el Guáimaro, a todo mundo le ha gustado por eso lo trabajo” asegura además que como el fruto tiene muchas propiedades con él hace tortas, te y otros derivados.
Marlenys expresa que frutos como el orejero, el Guáimaro, La Uvita de Lata y otros que se dan en el bosque han empezado a mejorar sus ingresos ya que ella misma se encarga de recogerlos, secarlo y molerlo para luego utilizarlo en la elaboración de sus víveres.
La familia Toro, residentes en Becerril, hoy trabaja con compromiso y entrega en Asovecab, desde donde promueven la conservación del bosque seco tropical y la importancia de conservar las especies nativas que tienen una profunda relación con la fauna del corredor de vida.
En esta tarea, Envol Vert una asociación para la protección forestal y el desarrollo rural de origen francés, les dio el primer impulso, los organizó, capacitó y fortaleció conectándolos con clientes que hoy le compran sus productos.
Para Eleazar Rodríguez, representante legal de Asovecab, ha sido importante todo el proceso que se ha dado, sobre todo porque hoy llegó al territorio el Consorcio Alma Natura, el que, sin lugar a dudas, los ha fortalecido en un proceso de Bioeconomía que marca un camino para seguir conectados con las actividades de conservación y aprovechamiento del bosque seco tropical, sin impactarlo negativamente y contribuyendo en la protección de su flora y su fauna.
“Si la comunidad quiere tener más conocimiento sobre este proceso pueden venir aquí al barrio Alto Prado, carrera 13 numero 10-15, aquí tenemos la planta de procesamiento y pueden conocer más de nuestro proyecto y le podemos vender productos, tenemos galletas, te y si quieren también les tenemos la pulpa de la uvita de lata” aseguró Freddy Toro vicepresidente de Asovecab.

Los directivos de Asovecab son claros en reconocer, que La Corporación de Turismo Visa Usa los enganchó directamente con la línea del turismo rural y es por eso, que han diseñado la Ruta del Guaimaro, en donde le enseñan y cuentan al turista la experiencia que se tiene con este árbol que podría ser la insignia de la seguridad alimentaria para los habitantes de Becerril. “Nuestro recorrido incluye un paseo por los lugares de recolección en donde hay avistamiento de aves y fauna, podemos ver el mono rojo o cotudo, la marimonda y otras especies que se alimentan de estos frutos y también un recorrido por nuestra planta procesadora” aseguró Freddy Toro.

La familia Toro al igual que el resto de familias que integran la asociación, lo mismo que los miembros de la corporación de turismo Visa Usa, son hombres y mujeres víctimas el conflicto, que hoy, después de haber pasado por las distintas bonanzas económicas, todas ellas con el sello misterioso e inolvidable de la muerte, se permiten ver como la vida misma les ha señalado un nuevo camino, el de aprovechar las riquezas del territorio, sin impactarlo, sin saturarlo, con la mirada puesta en lo que verdaderamente tiene sentido, la paz y la convivencia entre los iguales con la naturaleza, es decir en un claro proceso de bioeconomía en el que prima el sello de la esperanza para el Corredor de Vida entre la serranía de Perijá y La Ciénaga de La Zapatosa.











