
En el camino de la vida nos encontramos personas de distintos caracteres y temperamentos, rasgos sin iguales de la personalidad de cada uno. Es decir, cada uno, tiene su impronta.
Lo conocí siendo yo un adolescente aun, mientras viajaba por las montañas del Perijá, hacia las fincas de mi tío Julio Muegues o mi padrino Francisco Cadena en época de vacaciones escolares. Siempre delante de él iba una recua de animales cargados con comida para el pueblo (pan coger) y tambien con víveres al regreso a su finca. Siempre el saludo con mis familiares era grato, su amabilidad y simpatía se reflejaba. Su estatura física distaba mucho de su grandeza como ser humano.
Con el pasar de los años nos fuimos acercando y ya cuando pude incursionar en la política tuvimos varios encuentros, todos cargados de un dialogo abierto, en donde coincidimos en algunas cosas y distábamos de otras.
Me refiero a Don José Ortiz, como me acostumbré a llamarlo, un ser humano de especial trato, siempre bien puesto, elegante y carismático. Conversador sin igual y dirigente político en el tiempo mas dificil de la política local si no estoy mal alcanzó a ser concejal del municipio. En un momento crucial fue candidato a la alcaldia de Becerril, aunque su objetivo no se alcanzó, si sirvió para que fuera reconocido en el plano regional. Marcó sus luchas en defensa del pueblo yukpa, hizo parte de la etnia al compartir su vida con una mujer yukpa, a quien hemos conocido como nuestra querida vecina, en un largo tiempo, Guillermina Ramírez, doña “Pepa”, con quien tuvo a sus hijos: Carmen Emilia, Marta Cecilia, Carlos Daniel, Gloria Isabel y Jose Luis Ortiz Ramírez los que crecieron junto con nosotros en la sociedad becerrilera, en el barrio Trujillo. Con su otra compañera, con quien se casó recientemente, tuvo a Marelsy, Claudia, Carlos José, Horacio, Yuliet y Ana Ortiz Espitia

Hoy se marcha de este mundo, a quien siempre vi cerca a su compadre Candelario Zuleta, ensimismados en una conversación alegre y dinámica, controversiales en sus posiciones, pero amigos de esos que hoy no existen.
Siento que a don José le quedé debiendo, siempre vió en mi a alguien que podía llegar lejos, algún día me lo dijo, “lo quiero ver como alcalde” no le alcanzó el tiempo, o yo he sido inferior a esas expectativas de muchos amigos que en ocasiones me hacen ese reclamo. Lo importante para mi fue su amistad sincera, sus discrepancias en muchas ocasiones que no compartíamos el mismo candidato o diferíamos en los conceptos. Pero siempre primaba la buena amistad y el respeto.
Lo cierto es que se fue un buen amigo, nos hará falta verlo sonreír y hablar para aprender algo nuevo. A sus hijos y compañeras les enviamos un mensaje de solidaridad y afecto, que Dios en su infinita misericordia lo acoja en su santo reino. Paz en su morada.